Sumado a una variedad de simulaciones virtuales, cientos de mecánicos, ingenieros y pilotos se turnan día y noche haciendo testeos de laboratorio y en la pista del campo de pruebas de GM para garantizar que la Nueva Montana ofrezca toda la solidez, seguridad y protección tecnológica que aspiran sus diseñadores.
Uno de los focos del equipo de desarrollo en este momento es la validación del innovador sistema de conectividad del vehículo, que podrá recibir actualizaciones remotas del software inherente a la arquitectura electrónica de la pickup y de las aplicaciones nativas del nuevo centro multimedia, que nacerá como una ampliación del cuadro de instrumentos.
La Nueva Montana llega al mercado en 2023, y estrenará un concepto de pickup sin precedentes para la marca, y también sorprenderá con su diseño inteligente, ya que la cabina aprovecha mejor su espacio interior mientras que su espacio de carga traerá tecnologías que brindan mayor versatilidad. La pickup será el próximo integrante de la nueva familia global de vehículos de Chevrolet, que ya está compuesta por las generaciones actuales de Onix, Onix Plus y Tracker, todos referentes en sus respectivas categorías.
La fase final del desarrollo de la Nueva Montana avanza a buen ritmo en el CPCA (Centro de Pruebas de Cruz Alta), como se conoce al territorio de pruebas en Cruz Alta de GM. Está ubicado en Indaiatuba (San Pablo) y es el mayor del hemisferio sur del planeta. Cuenta con 17 tipos diferentes de pistas, incluyendo la “tortura” y la “recta infinita”; además de siete laboratorios, como los de dinámica vehicular, electrónico y análisis de emisiones. Toda esta estructura ocupa una superficie equivalente a 1.360 campos de fútbol.
“Superamos los 6 millones de kilómetros recorridos al año entre las más de mil pruebas que se realizan en el Campo de Pruebas de GM. Con eso, en seis meses es posible simular el desgaste que sufrirá un automóvil si anduviera durante 15 años de tránsito en condiciones normales, o el equivalente a 240.000 kilómetros”, explica Leandro Couto, director del CPCA.
Según explica el ejecutivo, cada prueba tiene un motivo específico, como la cámara térmica, donde el vehículo enfrenta temperaturas que van de los -30 ºC a los +80 ºC, para garantizar que todos los equipos funcionen cualquiera fuera la situación. En el campo de pruebas, el automóvil también está sujeto a condiciones extremas que el consumidor puede enfrentar, incluidas inundaciones y derrapes debido a una ruta resbaladiza.
Todos los resultados se analizan y se aplican a los desarrollos dentro de la filosofía de mejora continua del producto. Este trabajo de puesta a punto de cada uno de los sistemas se denomina “calibración”. En GM, cada configuración de vehículo suele tener un set-up personalizado, para cumplir exactamente con la propuesta de esa versión.
Luego, todos los autos de prueba luego se envían a “scrap” (hacer chatarra). El año pasado por ejemplo, el campo de pruebas recicló casi 300 prototipos y 35 toneladas de neumáticos. Una fracción importante de estos vehículos sale del laboratorio de seguridad vehicular, donde se realizan las pruebas de impacto.